Recuerdo la vez que un masajista me puso a punto con una serie de masajes profundos en el gimnasio. Fue un encuentro casual, sin expectativas. Solo quería relajarme y aliviar el estrés de la semana. Pero algo cambió cuando comenzó a tocar mi culo.
Me sentí atraído por su firmeza, su tacto suave y su capacidad para conectarse con mi cuerpo. La atracción fue irresistible y pronto nos encontramos en una conexión física intensa. No necesitamos hablar ni hacer una introducción. El sexo fue un juego de descubrimiento mutuo, con un deseo compartido que nos llevó a una experiencia sexual inolvidable.
Recuerdo el tacto de su polla dura, su verga gruesa que se apretaba contra mi culo estrecho. Fue un placer intenso, una liberación de la tensión sexual que nos había estado creciendo durante el masaje. No necesitamos protección, ya que sabíamos que estábamos en un lugar seguro y privado.
En ese momento, solo había un objetivo: disfrutar del sexo y de la conexión física. No había palabras ni explicaciones. Solo un encuentro íntimo, un juego de caricias y besos profundos que nos llevó a un clímax intenso. Fue una experiencia que nunca olvidaré.
Si bien no fue un encuentro casual, sí fue algo que no esperaba. Pero en el momento, no importaba. Lo que importaba era el placer compartido, la conexión física y la atracción irresistible que nos unió en ese momento.
En retrospectiva, puedo ver que fue una experiencia valiosa, una oportunidad para descubrir y explorar la intimidad con alguien nuevo. Fue un recordatorio de que la atracción y el deseo pueden surgir en cualquier momento y lugar.
